No, todavía no nació...

En estos días en los cuales cada movimiento mío es un triunfo he tenido muchas charlas muy interesantes, bien sea porque al no usar la sangre para los músculos (que si soy sincera tantos no tengo) se me fue para la cabeza, o bien sea porque al no poder moverme era blanco fácil para iniciar una conversación.
Pero es que hay cosas que llaman la atención y te dejan pensando, entonces al encontrar con quién poder charlar despreocupadamente podés desenredar un poco más las marañas de tu cerebro.

El hilo de una de esas charlas era el siguiente:
Al estar embarazada aparece muchas veces el tema de ponerle música clásica a la panza, o como algunos dirían "música clásica y otras cosas parecidas" provocándole un ataque a mi media naranja (que estudió en el conservatorio jeje). Eso me volvía totalmente loca. CLARO que está bien poner música decente para el fetito, el problema es que hacerlo sólo mientras está en la pancita no sirve de nada si al nacer ya nos detenemos, si no nos ven a nosotros escucharla. En la educación de un niño no sirven las cosas que no son constantes, las modas, los caprichos.

Y eso me hizo pensar un poco más (ojo, que la cantidad no es calidad, profana de mí, una ingeniera que no trabaja haciendo análisis de pedagogía) acerca del parto. A nosotros nos preocupaba mucho el embarazo y el parto, además al estar lejos de la familia y no tener muchos amigos pasando por lo mismo necesitábamos más información quizás que una pareja normal. Compramos libros, hablamos con la obstetra/tocóloga que me seguía, preguntas a la flía por teléfono, etc... Sé que muchos hacen cosas parecidas, pero lo inconcebible es lo que pasa después.

La mostra y sus primeras muestras de cariño.

Nace el niño/a y (por suerte) la gran mayoría le pone un cariño insuperable al cuidarlo, pero ¿cuántos se sientan a considerar seriamente la educación desde pequeño? Y con eso no me refiero a los fanáticos que terminan obligando a un niño de 6 años a sentarse 8 horas diarias frente a un piano (perdón por el ejemplo pero es un caso real), con eso me refiero a ayudar a que el niño reconozca la naturaleza antes que la televisión, sus dedos antes que los botones de cualquier juguete, que pueda hacer todo aquello de lo que es capaz sin esperar que se lo hagan sus padres porque no tienen tiempo para esperar a que aprenda. Libros de pedagogía hay muchos, información no falta.
Vamos, que el parto no es lo más difícil y lo dice alguien que engordó 23 kilos en el primer embarazo (mejor ni cuento del segundo), le hicieron una cesárea porque la gordita estaba como Tarzán con el cordón umbilical y se tuvo que ir un par de veces a urgencias porque se le abría la herida. Y estoy segura de que muchas tuvieron partos y embarazos más difíciles, pero lo que implica el mayor esfuerzo empieza cuando te ponen el bebé en tus brazos.
Como dice mi no-tan-santa-madre: "ya nunca más dormís tranquilo", ni aunque tus hijos sean grandes, ni aunque tengan su propia familia. Siguen siendo una parte tuya.

En Argentina hay muchos niños que entre ellos hablan de "tú".
Puede ser que no sea claro lo que estoy diciendo, lo explico un poco más: Imagínense que toda la familia habla de "vos", que en la escuela hablan de "vos", que todas las revistas y periódicos hablan de "vos" y que lo único que usa el "tú" es la televisión en el caso de algunos dibujitos traducidos al castellano "neutro". ¿Hace falta decir algo más? La tele es mayor influencia que la familia y la escuela. No sé si acá hay alguna forma tan fácil de notarlo.

Lo que parece más fácil ahora por falta de tiempo, por cosas más importantes (y que por favor que alguien me explique cuáles) en unos años se nos vendrá encima.
De eso vemos ejemplos en todos lados.

Entonces, por más que me asuste el nuevo parto, debo reconocer que estoy más preocupada por lo que se viene, por la relación entre la mayor y la panza, por lo distinta que será la forma de crianza o no.

Porque voy a ser responsable de alguien más en este mundo y no quiero arruinarlo por no tener tiempo.

Todos los momentos valen oro.